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MERLÍN es E. Martínez
(Vidente e investigador.) Dcdo. y profesor universitario. Escritor y columnista.
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18 abril 2012

Caza de brujas

Se las asocia muy a menudo con maldad y con oscuridad, tal vez porque se las sabe amigas de la luna y de la noche, y lo maligno siempre se ha contrapuesto a la luz, a lo luminoso. Quizá solo fueron mujeres que no adoraron a más dios que la noche o la madre Tierra (quién mejor que ellas conocía las propiedades ocultas de las plantas, regalo de la naturaleza a quien supiera entenderlo). Y quizás ese paganismo tuvo un precio demasiado alto para muchas.
La palabra bruja se aplicaría a una mujer con una supuesta capacidad de poderes sobrenaturales, a aquellas mujeres versadas en hechizos o recetas mágicas, o a lo que en su tiempo la iglesia consideraba: aquellas mujeres que sin poseer tales capacidades o conocimientos participaban en aquelarres o rituales de corte satánico.
Al contrario que los magos, las brujas están más identificadas con la alquimia y las artes adivinatorias mientras que los magos estarían menos perseguidos y más identificados con las artes de prestidigitación y la sabiduría. El término brujo es minoritario.
En las sociedades primitivas, la agricultura y la recolección era terreno de las mujeres. Mientras los hombres salían a cazar, las mujeres aprendieron, primero, a elegir, de entre lo que la naturaleza les ofrecía, los alimentos aptos de los que no lo eran. Más tarde, aprenderían que eran capaces de "dominar" este proceso de algún modo, y hacían crecer alimentos por sí mismas. Esto requería una mayor observación de la tierra, de los fenómenos naturales, del clima, las estaciones... un mayor contacto con su entorno (mujeres a las que luego se llamó brujas).
También, en muchas sociedades antiguas, ha habido cierto temor a la mujer, sobre todo por la incomprensión de algunas de sus capacidades. La mujer engendra vida; por supuesto, tarea imposible sin un hombre, pero este mecanismo por el que un bebé nacía del cuerpo de la mujer resultó incomprensible mucho tiempo... y ya se sabe que lo desconocido suele ser amigo del miedo.
Las supuestas brujas fueron perseguidas durante largo tiempo, muchas veces por temor, otras siendo utilizadas como cabezas de turco, y en algunos momentos de crisis acusar al vecino de brujería llegó a ser una forma rápida y eficaz de librarse de él.
Ya Carlomagno (en el siglo VIII de nuestra era) ordenó la muerte para quienes provocaban tempestades que estropeaban las cosechas, hacían estéril al ganado o causaban enfermedades a otras personas. El cómo se probaban estas acusaciones no era muy "científico".
Documentos religiosos anteriores lo que condenaban era creer en brujería, y encomendaban a los sacerdotes la misión de velar por que sus feligreses no cayeran en las ilusiones de Satán, que era quien les hacía ver esos fenómenos inexplicables (como creerse capaces de volar a lomos de bestias salvajes o ver tal cosa). Esto se recoge en el Canon de Episcopi, que parece ser del Concilio de Ancyra, en el año 314 d.C. (siglo IV): "Algunas mujeres malvadas se han dejado pervertir por el Diablo y descarriar por ilusiones y fantasías inducidas por los demonios, de manera que creen salir de noche montadas a lomos de animales en compañía de Diana, la diosa pagana, y una horda de mujeres. Creen recorrer enormes distancias en el silencio de la noche. Dicen obedecer las órdenes de Diana, la cual las llama al parecer en ciertas ocasiones para que le presten servicio". Así decía el Canon Episcopi, de la Iglesia Católica oficial. El documento jurídico más importante de la época para el historiador norteamericano Jeffrey B. Russell, autor de la muy documentada y abarcadora Historia de la brujería. Este estudioso, de un tema que sigue intrigando y fascinando en pleno siglo XXI, señala que dicho Canon, que luego sería malinterpretado y utilizado para alimentar el terror y el odio hacia las brujas, reflejaba la preocupación de las autoridades eclesiásticas por erradicar las prácticas paganas. Sin embargo, siglos más tarde, los inquisidores optan por obviar el contenido del Canon, aduciendo que había surgido una nueva secta de verdaderos adoradores de Satán a la que había que combatir. Describían los encuentros nocturnos en los que se aparecía el Diablo en forma de cabra y se llevaban a cabo rituales demoníacos. Llamaban a perseguir a las brujas por herejes y para darles el oportuno castigo. Estábamos a mediados del siglo XV.
¿Miedo real o ficticio? ¿Manipulado o espontáneo? Lo que sabemos es que Europa era asolada por frecuentes epidemias de peste, lo que la situaba en una gran crisis colectiva... la gente asustada suele necesitar un culpable, y suele ser también fácil de manipular.
En 1484 el Papa Inocencio VIII promulga una bula, la Summis desiderantes, en una especie de declaración de guerra abierta contra las brujas, que instigadas por el Maligno, Enemigo de la Humanidad, asesinaban a niños en el vientre de la madre y se daban a los excesos... Probablemente la mención a las muertes de niños se refiera a que, debido a los conocimientos que solían tener una parte de las mujeres sobre hierbas y al mejor conocimiento del cuerpo femenino, ellas eran las que practicaban los abortos cuando se daban. Y en cuanto a los excesos... bien, para la mentalidad de la época, el que un grupo de mujeres se reuniera por las noches para charlar, bailar bajo la luna sin pudor (se cuenta que muchas veces bailaban desnudas) y en fin, divertirse en una especie de comunidad femenina, no debía ser fácil de entender. Y lo que no entendemos o no compartimos lo situamos muy rápidamente en la frontera de excesivo, y entrando en temas religiosos, se tacha de inmoral o pecaminoso. Tal vez mantenían además contactos sexuales entre ellas, tal vez las alusiones al macho cabrío que aparecía sean referencias a varones que las acompañaban a veces.
A partir de ese momento, se designa a los dominicos Kramer y Sprenger como inquisidores encargados de perseguir estas "depravaciones". Estos serían los autores del Malleus maleficarum o Martillo de las maléficas (1486). Se abría la veda para la persecución con todas sus consecuencias, pudiendo recurrir sin problemas a las torturas con tal de lograr confesiones... Aumenta espectacularmente el número de brujas... y es que ante las brutales torturas, quien más quien menos confesaba lo que le pidieran.
No era la primera vez que los teóricos pactos con Satán daban pie a persecuciones. Ya en 1232, el Papa Gregorio IX incluyó este aspecto en sus bulas, acusando a los habitantes de Stedingerland, en Oldemburgo, de pactos con el Maligno que conllevaban toda serie de rituales sexuales con zoofilia incluida, relaciones incestuosas y homosexuales, a las que no dudaba en equiparar y condenar. El desencadenante en este caso fue la negativa de estas gentes a pagar el diezmo al obispo de Bremen... aunque relacionar esto con pactos satánicos parece exagerado.