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MERLÍN es E. Martínez
(Vidente e investigador.) Dcdo. y profesor universitario. Escritor y columnista.
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13 abril 2012

Profetas y profecías

Profeta es una voz griega, y designa al que habla por otro, o sea en lugar de otro; equivale en cierto sentido, a la voz "intérprete" o "portavoz" (vocero, delegado, representante). En el hebreo se designa al profeta con dos nombres muy significativos: el primero es "nabí", que significa "extático", "inspirado", a saber por Dios; el otro nombre es "roéh" o "choséh", que quiere decir "el vidente", el que ve lo que Dios le muestra en forma de visiones, ensueños, etc. Ambos nombres expresan la idea de que el profeta es instrumento de Dios, hombre de Dios que no ha de anunciar su propia palabra sino la que el Espíritu de Dios le sopla e inspira.
Según I Rey. 9, 9, el "vidente" es el precursor de los otros profetas; y efectivamente, en la época de los patriarcas, el proceso profético se desarrolla en forma de "visión" e iluminación interna, mientras que más tarde, ante todo en las "escuelas de profetas" se cultivaba el éxtasis, señal característica de los profetas posteriores que precisamente por eso son llamados "nabí".
El concepto de profeta se desprende de esos nombres. Él es vidente u hombre inspirado por Dios. De lo cual no se sigue que el predecir las cosas futuras haya sido la única tarea del profeta; ni siquiera la principal. Había profetas que no dejaban vaticinios sobre el porvenir, sino que se ocupaban exclusivamente del tiempo en que les tocaba vivir. Pero todos (y en esto estriba su valor) eran portavoces del Altísimo, portadores de un mensaje del Señor, predicadores de penitencia, anunciadores de los secretos de Yahvé, como lo expresa Amós: "El Señor no hace estas cosas sin revelar sus secretos a los profetas siervos suyos".
En cuanto al modo en que se producían las profecías, hay que notar que la luz profética no residía en el profeta en forma permanente, sino a manera de cierta pasión o impresión pasajera. Consistía, en general, en una iluminación interna o en visiones, a veces ocasionadas por algún hecho presentado a los sentidos; en la mayoría de los casos, empero, solamente puestas ante la vista espiritual del profeta, por ejemplo, una olla colocada al fuego, los huesos secos que se cubren de piel; el gancho que sirve para recoger fruta, la vara de almendro, los dos canastos de higos, etc., símbolo todos estos que manifestaban la voluntad de Dios.
En general, los profetas preferían el lenguaje poético. Los vaticinios propiamente dichos son, por regla general, poesía elevadísima, y se puede suponer que, por lo menos algunos profetas los promulgaban cantando para revestirlos de mayor solemnidad.
Las oscuridades, propias de las profecías, se aumentan por el gran número de alusiones a personas, lugares, acontecimientos, usos y costumbres desconocidos, y también por la falta de precisión de los tiempos en que han de cumplirse los vaticinios, que Dios quiso dejar en el arcano hasta el tiempo conveniente.