El lobo
Este animal se ha prestado a lo largo de la historia a ser objeto de múltiples supersticiones de toda índole, tanto de carácter positivo como negativo. Junto con la escoba, antiguamente se pensaba que el lobo era la montura preferida de las brujas. Por tanto, es más o menos lógico pensar que todas las supersticiones que giran alrededor de este animal no sean nada buenas, si además añadimos las masacres que hacían en los ganados. Casi todas las supersticiones relacionadas con lobos tienen su origen en la Edad Media.
La superstición por excelencia relacionada con el lobo es la licantropía (del griego lykos, lobo y anthropos, hombre). Antiguamente se creía que algunas personas se volvían hombres-lobo en las noches de luna llena. Este mal afectaba sobre todo a los hijos ilegítimos, gente melancólica y triste, que en apariencia era normal, pero con algunas características físicas que delataban su condición de hombre-lobo, como las cejas muy juntas y pobladas, manos muy velludas, dedos cortos y aplastados, aunque el signo inequívoco era que no iban nunca a misa. Su transformación en lobos se hacía en luna llena y devoraban todo lo que encontraban, aunque al amanecer volvían a recobrar su forma humana y no recordaban nada de lo sucedido.
Existe la antigua creencia de que si el lobo ve primero al hombre, a éste se le ponen los pelos de punta, encanece o se le cae la faja que lleve en la cintura. Para ahuyentar al lobo de manera eficaz se ha de llevar una luz o la faja, arrastrándola por el suelo.
También existe la creencia de que si un lobo se come a un ser humano, siempre deja intacto el brazo derecho.
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