Supersticiones rusas en la era digital
El arsenal de las viejas supersticiones rusas, que incluye la de escupir tres veces por encima del hombro izquierdo para ahuyentar la mala suerte y la de sentarse unos instantes en silencio antes de emprender un viaje, se enriquece con nuevas creencias populares dictadas por la modernidad de la época.
Entre los internautas rusos no hay mayor señal de mal augurio que entrar por casualidad, tras pulsar algún anuncio o un vínculo disimulado, en una página web de contenido religioso. La única manera de conjurar el infortunio, aseguran los supersticiosos de la era online, es volver inmediatamente, sin la menor dilación, a la página de origen. Esta creencia es una versión informatizada de una superstición tradicional rusa, según la cual el ver en la calle a un pope con el pan y el vino consagrados para la eucaristía es una clara e inequívoca señal de mala suerte.
Hablar con el webmaster, el responsable del funcionamiento de un sitio de Internet, es un antecedente que advierte de una alta posibilidad de disputa familiar a la llegada a casa.
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Pese a la ideología materialista del desaparecido régimen comunista, las supersticiones y tradiciones exóticas se hallaban muy extendidas en toda la Unión Soviética y abarcaban todo tipo de ámbitos, incluidos los de las más altas tecnologías. Hasta el día de hoy, los cosmonautas que viajan al espacio en naves rusas orinan en una de las ruedas del autobús que los conduce hasta la rampa de lanzamiento del cosmódromo de Baikonur, en Kazajistán. Esa micción ritual, que tiene su origen en la que hizo Yuri Gagarin, por mera necesidad fisiológica, antes de realizar el primer viaje de un ser humano al espacio, es obligatoria y se considera imprescindible para el buen término de la misión. Del rito sólo quedan eximidas las mujeres que se aventuran a viajar al espacio, aunque hay quienes dicen que alguna lo ha cumplido.
Los pilotos de avión rusos cuentan con una larga lista de supersticiones, comparable tal vez sólo con la de los actores de teatro. Los aviadores supersticiosos siempre visten una prenda que ya "ha volado"; si son fumadores, fuman medio cigarrillo antes de abordar el avión y se guardan la otra mitad para fumarla una vez ya en el aeropuerto de destino. Si el primer pasajero que aborda la aeronave es hombre, todo transcurrirá sin inconvenientes, pero sólo en caso de que el piloto no se haya cortado las uñas inmediatamente antes del vuelo, en el curso del cual por ningún motivo debe rasurarse.
El teatro ruso, que heredó una serie de supersticiones de su símil británico, también ha aportado muchas creencias curiosas: si a un actor se le cae al suelo el texto durante el ensayo debe sentarse sobre él antes de recogerlo. Para la mayoría de los actores, el incumplimiento de esa prescripción, al igual que pronunciar en los ensayos la última réplica de la pieza, es una garantía del fracaso de la obra. Se considera que la presencia de gatos y flores naturales en el escenario ahuyenta la buena suerte.
En lo que a supersticiones se refiere, los automovilistas tampoco se quedan atrás: fotografiar el coche es arriesgarse a sufrir un accidente, mientras que silbar en su interior es lo mismo que pedir a gritos ser detenido por un policía de tráfico. También se considera un desafío a la fortuna lavar el automóvil antes de emprender un largo viaje por carretera.
Las creencias de los estudiantes no son menos curiosas: para sortear con éxito un examen, muchos fijan con el calcetín un moneda de cinco kópeks soviética en el talón del pie y acuden a la prueba sin lavarse la cabeza.
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