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MERLÍN es E. Martínez
(Vidente e investigador.) Dcdo. y profesor universitario. Escritor y columnista.
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09 abril 2010

OVNIs en la Antigüedad

En su manuscrito 'Prodigerium liber', el historiador romano del siglo IV Julius Obsequens, dejó constancia de numerosos relatos de avistamientos de OVNIs. En un particular incidente, "un escudo redondeado, en forma de nave, con flamantes antorchas giró y se estrelló contra el suelo cerca de Espoleto, al norte de Roma. Luego pareció aumentar el tamaño, se alzó de la tierra y ascendió al cielo, donde oscureció el disco del Sol con su brillo", escribió.
No obstante, sus informes no fueron los únicos en ser registrados y sobrevivir hasta nuestros días. En 'Prodigerium ac Ostentorium Chonicon', un profesor de gramática y dialéctica recopiló igualmente otros avistamientos romanos cuyas descripciones son notablemente semejantes a los relatos modernos de OVNIs a los que se ha visto volando en formación. Por ejemplo, durante el reinado del emperador Teodosio I, en los últimos años del siglo IV, apareció de repente en los cielos un orbe brillante, reluciendo casi con tanto brillo como Venus. Mientras los testigos lo contemplaban empavorecidos, se congregaron un gran número de otros objetos similares como un enjambre de abejas volando en torno de un apicultor. Además parecían estar chocando con violencia unas contra otras y, al cabo de un momento, se unieron para construir una forma parecida a una espada de doble filo.
Con todo, un papiro egipcio podría contener uno de los primeros relatos escritos conocidos sobre avistamientos de Objetos Volantes No Identificados. Segun estos registros, que datan del tiempo del Faraón Tutmosis III, que reinó entre el 1504 y el 1450 a. de C., escribas de la Casa de la Vida avistaron un "circulo de fuego", que viajaba silenciosamente por el cielo. "No tenía cabeza y el aliento de su boca tenía un tremendo hedor." Los atemorizados observadores cayeron al suelo, no sabiendo si temer o venerar la extraña llama celestial. Durante los días siguientes, aparecieron sobre Egipto más y más bolas de fuego parecidas, tan brillantes como el sol. En un esfuerzo por prevenir el poder de los objetos, el faraón ordenó a los sacerdotes que quemasen incienso para alentar la pacífica intercesión de los dioses. Y cuando los objetos no identificados partieron, Tutmosis ordenó poner por escrito el incidente para que se recordase para siempre.