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MERLÍN es E. Martínez
(Vidente e investigador.) Dcdo. y profesor universitario. Escritor y columnista.
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05 mayo 2011

En verdad todo comenzó antes de Roswell

De todos es sabido que de la pluma del genial escritor francés Julio Verne vieron la luz algunas novelas que se adelantaron a futuros acontecimientos de carácter científico, como por ejemplo la llegada del hombre a la Luna. No obstante, son pocos los que ni tan siquiera imaginan que más allá de estas profecías literarias divulgadas, el inmortal autor predijo sutilmente la llegada de unas misteriosas aeronaves a nuestros cielos...
Todo comenzó en 1896, cuando sobre los cielos del extenso territorio norteamericano es denunciada la presencia de unos extraños artefactos voladores, parecidos a enormes dirigibles con cabina en su parte inferior, que parecen sobrevolar impunemente y contra toda lógica los más recónditos lugares de la geografía americana. Exactamente ocurrió durante el bienio de 1896 y 1897, donde se registraron centenares de avistamientos de unas extrañas “aeronaves” denominadas por los periodistas popularmente como la Air-Ship. El investigador Robert G. Neely Jr. encontró 2.274 noticias de la época -aunque según otras fuentes existirían mas de tres mil alusiones–, referentes a la aparición de curiosas aeronaves, de las cuales 288 correspondían a apariciones de tripulantes de morfología humanoide, y 22 son referentes a accidentes sufridos por estos aparatos.
Antes de proseguir, hay que tener muy presente que nos situamos al final del siglo XIX, y que el primer vuelo efectuado por el hombre lo consiguieron, en este caso, los hermanos Wright el 17 de diciembre de 1903, y el primer dirigible, el California Arrow de Thomas Baldwin, no voló hasta 1904. Por lo tanto se supone que en 1896-97 ningún aparato humano, excepto eventuales globos, interrumpía el suave vuelo de las aves. Charles Harvard Gibbs-Smith, historiador aeronáutico del Museo Victoria y Albert, de Londres (Reino Unido), comentó a este respecto: “En mi calidad de historiador de la aviación, especializado en el periodo anterior a 1910, puedo afirmar con total seguridad que los únicos vehículos voladores capaces de transportar personas y susceptibles de ser avistados en América en 1896-1897 son los globos aerostáticos (...). Es altamente improbable que estos (avistamientos de la Air-Ship) puedan ser confundidos con ninguna otra cosa. Ninguna forma de dirigible o de máquina voladora más pesada que el aire podía hacerlo entonces”.
Su realidad y su existencia ya no deberían, pues, ser discutidas, pero dado a extravagancias y escurridizo proceder de los Ovnis y sus tripulantes, esta duda nos sigue atormentando y desaparecerá cuando realmente contacten con nosotros... Así, durante el último medio siglo largo, es decir, a partir de la gran oleada de Ovnis que fue avistada por el piloto Kenneth Arnold, concretamente el 24 de junio de 1947, hasta la fecha, muchas cosas se han dicho sobre los Ovnis, se han escrito millones de artículos referentes a ellos, se han publicado miles de libros con grandes tiradas mundiales sobre el fenómeno, se ha dicho de todo, hasta barbaridades.
Miles de testigos han visto Ovnis en todos los cielos del mundo y han sido fotografiados en el aire o en la tierra... También existen evidencias de que Ovnis han acompañado a los aviones comerciales y existen evidencias de que han sido perseguidos por los cazas militares de la mayoría de las naciones.
Según las evidencias que existen, los Ovnis tienen forma discoidal, cilíndrica, triangular, de forma de plato, de esfera y hasta de puro, de diferentes tamaños y gran diversidad de colores. El fenómeno OVNI a decir de los testimonios aporta a los investigadores una escala de colores y tonalidades que abarca todas las posibilidades conocidas y todas las que se puedan imaginar; aunque es cierto que predomina el color blanco, le sigue en frecuencia el rojo anaranjado y a mayor distancia los tonos violetas. No es extraño también que el color varíe durante la observación, pudiendo manifestarse en tal lapso de tiempo todos los matices. Son frecuentes además las intermitencias, es decir, colores luminosos que se encienden y se apagan a intervalos. Cuando el Ovni ha sido contemplado en tierra y a la luz del día, o en un vuelo cercano al suelo, ha sido descrito como un objeto metálico, cuyo color ha variado desde el muy claro del aluminio hasta el cobrizo y el bronceado. En ocasiones, en torno o sobre el color básico que define el conjunto, se observan otras luces menos intensas y de tonalidad distinta y muchas veces cambiantes. Es decir, al mencionar que en el fenómeno Ovni se dan todos los colores posibles nos estamos refiriendo no solamente a que pueden aparecer objetos de todos los colores, sino también a que estos colores pueden ser cambiantes ellos mismos. Existe un caso, profundamente estudiado, que se produjo en Hammond, Canadá, el 4 de abril de 1992. Eran las 11:30 de la noche, noche por lo tanto cerrada, pero con una visibilidad perfecta. A la hora indicada, los testigos del avistamiento observaron un resplandor verde desplazándose sin ruido alguno desde el sur hacia el norte. Cuando llegó a la vertical del punto desde el que fue contemplado, su color se tornó naranja y apareció una especie de cola centelleante, blanca. En ese momento, el Ovni cambió el rumbo para dirigirse al oeste y poco después se detuvo, regresando de nuevo sobre los testigos, cambiando su color al rojo intenso. Instantes más tarde tomó el rumbo sur, ofreciendo en su camino, hasta que desapareció en el horizonte, los colores anaranjado, verde y blanco brillante, sucesivamente. Algunos investigadores, que no se han detenido en la simple constatación del cambio de colores, proponen al hecho una explicación que no termina de convencer a la mayoría: sería el campo magnético que generan las supuestas naves el que incidiría sobre las partículas de aire del entorno, en forma diversa según la maniobra y la potencia, el causante de las transformaciones cromáticas. Ello equivaldría a afirmar que el cambio de tonalidad no es más que otro de los muchos efectos electromagnéticos que los Ovnis producen en su entorno. Es decir, que los colores surgen por los reflejos del Sol, por la potencia de la velocidad y quizás hasta por el terror que siente la persona que repentinamente se encuentra ante un Ovni, pues su estado de ánimo le hace ver o imaginar cosas que muchas veces no existen. Pero sea del color que sean los Ovnis, eso es lo de menos, lo más importante es saber qué quieren de nosotros, qué buscan en nuestro planeta y por qué no contactan abiertamente con nosotros.
Regresando al tema que da título a esta entrada, las visiones Ovni parecen extenderse a lo largo de 47.000 años. Así, se considera que el testimonio, acaso más antiguo, que relaciona a supuestos dioses con objetos volantes no identificados, es el que transmitieron los aborígenes de los montes Kimberley, en el noroeste de Australia. Cuentan que en tiempos remotos sus dioses trazaron sobre las rocas unos dibujos antropomorfos de notable tamaño, los Wandjinas, con rostros carentes de boca y rodeadas sus cabezas por uno o dos semicírculos en forma de herradura, con finas líneas que irradia el círculo exterior. Después de ello y de instruir a los nativos, los Wandjinas o dioses se transformaron en serpientes míticas y se refugiaron en charcos cercanos. Cuentan los nativos que de vez en cuando se les puede ver de noche en forma de luces que se mueven a gran altura.
Y a gran altura debió moverse también un desconocido aparato volador, inteligentemente guiado, hace ahora unos once mil años. Así se desprende de los datos recogidos en los mapas de Piri Reis, que se conservan en el museo Topkapi de Estambul. Fueron trazados en 1513, por el almirante de las flotas turcas Piri Reis, y muestran fielmente los accidentes geográficos de las costas americanas, incluyendo los de la Antártida. Con la notable peculiaridad de que en ellos el extremo Sur de la Tierra de Fuego enlaza por medio de la estrecha lengua de tierra con la Antártida, allí en donde hoy en día las aguas del estrecho de Drake unen entre sí a los océanos Atlántico y Pacífico. Cotejados los mapas con las fotografías infrarrojas aéreas que reflejaban el perfil submarino, se llegó a la conclusión de que realmente había existido este puente de tierra entre el continente sudamericano y la Antártida a finales de la última glaciación. Piri Reis había reseñado en sus mapas con asombrosa exactitud costas, islas, bahías y montañas que en parte hoy ya no son visibles, sino que están cubiertas por una considerable capa de hielo. El propio almirante Piri Reis indicó, en los textos explicativos de sus mapas, que para su confección se había servido de otros mapas anteriores, entre ellos uno requisado a un marino que había formado parte de las tripulaciones de Cristóbal Colón, y que fue capturado en aguas peninsulares ibéricas. Debemos concluir que alguien trazó con perfección la orografía terrestre de aquella zona del globo hace once mil años. ¿Quién fue? El cartógrafo americano Arlington H. Mallery afirmó en su día que no podemos imaginarnos cómo se trazó un mapa tan preciso sin el concurso de la aviación. Sólo con eso ya está dicho todo.