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MERLÍN es E. Martínez
(Vidente e investigador.) Dcdo. y profesor universitario. Escritor y columnista.
Ojalá encuentres en el blog la información y/o ayuda que buscas.
Y agradecimientos a Blogger por el espacio ofrecido.

31 octubre 2010

Leyendas de América Latina

El terror en esencia pura, las leyendas sobre almas en pena o las historias para no dormir no se limitan a Halloween y sus mitos plastificados, por mucho que se empeñen los de Hollywood. América Latina está plagada de leyendas e historias sobre seres sobrenaturales cuya sola mención provoca escalofríos en aquellos que creen en eso de que cuando el río suena, agua lleva. Las que siguen son solo algunas de esas criaturas fantásticas cuyas historias se repiten a lo largo de toda una región quitando el sueño a grandes y pequeños, especialmente en fechas como las de hoy.
EL CADEJO. Las historias sobre perros infernales tienen su hueco entre las tenebrosas leyendas latinoamericanas. En Centroamérica se asusta a los niños con el Cadejo, un can endemoniado que avisa de su presencia con el ruido de unas cadenas invisibles que se arrastran. A pesar de su inquietante aspecto con colmillos enormes, pelo hirsuto y ojos inyectados en sangre, no es un mal bicho y, según la leyenda, se encarga de que los borrachos lleguen sanos y salvos a su casa, protegiéndoles de otros seres naturales que sí tienen muy mala intención. Se afirma que existen dos tipos de Cadejo, el blanco y el negro. El primero viene de antiguas tradiciones precolombinas que se basan en la idea de que todo ser humano tiene un animal de compañía que le acompaña haciendo las veces de ángel de la guarda. El negro, en cambio, es un augurio de muerte y mala suerte.
EL SILBÓN. Su historia se cuenta en los llanos de Venezuela y Colombia, un muchacho que tras asesinar a su padre está condenado a vagar por el mundo cargando con un saco lleno con los huesos de su progenitor. Hay dos historias diferentes que narran la truculenta historia del Silbón. La primera explica que el chico asesinó a su padre después de enterarse de que éste se había acostado con su mujer. La segunda, mucho más cruel, dice que el Silbón era un muchacho cruel y malcriado que mató a su padre para comerse su hígado y corazón, después de que éste no pudiera cazar el venado que a su hijo se le había antojado almorzar. Como su propio nombre indica, éste emite un silbido característico por el que es fácilmente reconocible. Si el silbido se escucha cercano, no hay peligro, ya que el Silbón está lejos. Pero, ¡ay de aquél que escuche lejanamente el silbido! Eso significará que este ser está cerca, casi tanto como la muerte del desgraciado que lo haya oído.
LA LLORONA. Su historia es, con total probabilidad, la más internacional de cuantas existen en el continente latinoamericano. De México a Chile se repite el tenebroso cuento de este ente femenino que llora la culpa por la pérdida de sus hijos. En algunos países, la leyenda cuenta que, cual Medea, la Llorona decidió vengarse de los malos tratos e infidelidades de su marido asesinando a sus hijos. Incapaz de aguantar el peso del filicidio, la Llorona se pasea como alma en pena, tratando de convencer a otras madres para que cometan su mismo pecado, de forma que le tomen el relevo. En otros países, sin embargo, se retrata a la Llorona como una madre irresponsable que dejó a su bebé durmiendo junto al río para irse a bailar. Cuando volvió descubrió horrorizada que el río había crecido y que se había llevado con él a su hijo. Desde entonces, la Llorona deambula por la orilla de los ríos, preguntando por su niño.
LA PATASOLA. Otra figura femenina cuya historia provoca escalofríos en Colombia es la Patasola, una mujer con una sola pierna terminada en pezuña, un solo pecho, una gran boca y la nariz en forma de gancho. Esta horrible criatura fue en su día una hermosísima muchacha a la que por libertina, los hombres de su pueblo le cortaron la pierna antes de arrojarla viva a la hoguera. En venganza, se alimenta de hombres a los que atrae hacia lo más profundo del bosque engatusándoles con su canto.
LA TULIVIEJA. Esta leyenda panameña cuenta que hace mucho tiempo, cuando los espíritus todavía convivían abiertamente con los humanos, uno de ellos sedujo a la chica más bella de la comarca. De sus amores prohibidos nació un bebé al que su madre ahogó en el río nada más nacer, para ocultar su pecado. No obstante, no pudo librarse del castigo de Dios, que la convirtió en un monstruo horrible, con la cara llena de unos agujeros de los que salen largos pelos duros como cerdas y que en lugar de manos tiene garras, el cuerpo de gato y las patas de caballo. La Tulivieja está condenada a buscar a su hijo muerto por toda la eternidad y por eso vaga por las orillas de los ríos, llamando a su bebé emitiendo un sonido parecido al de las aves. Las noches de luna llena recupera su forma original y se la puede ver, bellísima, bañándose en el agua. Sin embargo, al menor ruido recupera su forma horrible y vuelve a ser la Tulivieja.