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Es un número el siete mágico y misterioso. Muchos aspectos de la vida del hombre son regidos por este número. Son siete los días que tiene la semana, los mismos que necesitó Dios para formar la Tierra. Son siete los mares del planeta. Los hindús hablan de siete chakras o puntos de energía en el cuerpo, siete maravillas del mundo, siete pecados capitales, siete calamidades... Dante describe siete infiernos, los metafísicos hablan de siete niveles de conciencia, Blancanieves se acompaña por siete enanitos, el arco iris tiene siete colores, son siete las notas musicales, las botas de siete leguas, siete vidas tiene un gato y la serpiente de siete cabezas... y así podríamos seguir.
La palabra siete proviene del latín séptem, séptimo, y de acuerdo con la Real Academia de la Lengua, es un signo o conjunto de signos con que se presenta el número siete.
Buscando el origen de este número, observamos que los primeros sistemas reales de numeración que conocemos pertenecen a egipcios y sumerios. Lo egipcios adoptaron el 10 como base para su numeración, partiendo de que la mano tiene cinco dedos y las dos manos diez. En tanto que los sumerios se circunscribieron a un sistema sexagesimal; es decir, de base 60. Sesenta constituía la primera gran unidad y sesenta veces sesenta (3.600) fue por mucho tiempo el número más allá del cual no se concebía pudiera haber más números, y de aquí su nombre de sar (círculo, totalidad).
Con el paso del tiempo el sistema decimal fue suplantando al sexagesimal, pero en los cálculos matemáticos de los sacerdotes y sabios el sistema sexagesimal continuó siendo indispensable para verificar cálculos complicados, a la vez que se convertía en una especie de numeración secreta. Sin embargo, se encontraron con números que eran difíciles de transcribir con dicho sistema, el primero de los cuales era 1/7; les resultaba imposible expresar la séptima parte de algo mediante fracciones sexagesimales, pues se requería de complicadas operaciones. Esta irreductibilidad del número siete hizo que lo consideraran de mal agüero y lo atribuyeron a los demonios divinos, los cuales eran siete veces siete; es decir, totalmente irreductibles. De aquí se deducía que lo más prudente era no emprender ningún trabajo en los días 7, 14 y 28 de cada mes. Ese fue uno de los orígenes de la semana, y si bien el Génesis y demás libros sagrados de los hebreos hicieron desaparecer el sentido maléfico del siete, todavía lo sacralizaron más.
El Uno de los pitagóricos no es la unidad uno menor de 1,1 y mayor de 0,9, sino que es la unidad fundamental; toda cosa que exista es uno y dos será la dualidad como otro opuesto al primero. De aquí que el número sea la alternancia entre la unidad y la dualidad, entre lo impar y lo par, entre lo limitado y lo ilimitado. De acuerdo a esta interpretación griega de los números, el siete es la unidad universal. Tiene un parentesco con el cuatro, símbolo de la tierra, que representa la realización de la unidad del mundo. Esta semejanza hace que al siete se le atribuyan los siete astros errantes o planetas (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno, Luna, Sol). Cuando procede del 6+1 se representa por una estrella de seis puntas con un punto en su centro, es el equilibrio tendiendo a la interioridad, revelando el misterio de la circulación de las fuerzas de la naturaleza.
Para los pueblos mesopotámicos, números y letras se equiparan y adquieren significados propios, y aunque esta equivalencia parece desaparecer con dichos pueblos reaparece en la antigua Grecia, cuando adopta el alfabeto que ha permanecido hasta nuestros días.
Según la doctrina pitagórica, el número es algo cualitativo que de antemano se halla presente en todo y no se trata de un continuo cuantitativo infinito: el uno, el dos, el tres, etc. no son cantidades, sino determinaciones entre los cuales existe un intervalo infinitamente divisible, una oposición en la cual –y sólo en ella- cada uno de los términos es lo que es.
Los esotéricos denominan al siete como número del destino. Este denota a alguien que está solo la mayoría del tiempo, pero a diferencia de otros, a estas personas les gusta la soledad, porque son soñadores y un poco filósofos. Este número concierne más al conocimiento y el desarrollo espiritual que con la parte material de la vida.
En la cultura judía el número siete desempeña un papel fundamental en la fonética y es el que domina el ciclo del año. Cada séptimo días es su sabbat; el séptimo mes es sagrado; el séptimo año es un año sabático. El año del jubileo era determinado por el número siete, multiplicado por siete. La fiesta de los Azimos (pan) duraba siete días, lo mismo la festividad de la Pascua judía. También se habla de los siete frutos de Israel, siete cielos, siete cámaras del paraíso; siete categorías de las almas judías, los siete pastores de Israel (Abraham, Isaac, Yaacob, Moisés, Aarón, David y Salomón).
En la antigüedad se determinaba que las Curadoras debían cumplir ciertas condiciones. Ser la séptima hija de una séptima hija o el séptimo hijo de un séptimo hijo, se dice que daba poder de curar por medio del tacto. Se aceptaba el siete como el más sagrado de los números y los séptimos hijos poseían “doble vista” y el arte de ver el futuro. Esta tradición se fue perdiendo con el tiempo, a medida que las familias dejaban de ser tan numerosas. Todavía en la época victoriana se usaba como tradición, en familias numerosas, que el séptimo hijo cursara la carrera de medicina. A estos hijos se les conocía como el Hijo Septimus.
Lo curioso de esto es que estas concepciones míticas del siete también la encontramos en otras culturas precolombinas de América Latina. Entre los aztecas siempre aparece el número siete, número también sagrado para estas civilizaciones, contándose el Templo Siete Mazorcas, relacionado con el Maíz, alimento principal en estos pueblos.
Mucho de la magia y encanto por el número siete probablemente deviene del interés que despertó en los primeros hombres los fenómenos del cielo. Su curiosidad les permitió observar desde la tierra, los ciclos repetitivos de los objetos celestes. Esta observación del movimiento de los planetas fue una herramienta ideal para la medición del paso del tiempo. Así pudieron determinar los meses y los días. Y aunque algunos atribuyen un origen bíblico a la duración de la semana de siete días, tiempo según la tradición judeo-cristiana que le llevó a Dios la creación del mundo, no obstante, parece ser que la observación del cielo fue la que fijó la duración de las semanas. Y es que son siete los cuerpos celestes –visibles a simple vista- fácilmente identificables por describir movimientos diferentes a las estrellas. Estos cuerpos, también llamados Vagabundos, son: el Sol, la Luna, Marte, Mercurio, Venus, Júpiter y Saturno. Es por ello que sus nombres guardan relación con los días de la semana. Domingo, dedicado al sol, proviene del latín dies solis, día del sol. Lunes; dies lunae, día de la Luna. Martes; dies martis, día de Marte. Miércoles; dies mercurii, día de Mercurio. Jueves; dies jovis, día de Júpiter. Viernes; dies veneris, día de Venus. Sábado; dies saturni, día de Saturno. Platón escribió al respecto en sus Diálogos que el Sol y la Luna y las otras cinco estrellas llamadas planetas fueron creadas por Él (dios) para distinguir y preservar los “Números del Tiempo”.
Existen otros muchos misterios y mitos alrededor del número siete. Las Siete Trompetas que anuncian el juicio de Dios sobre Roma, las Siete Copas de la Ira, así como las Siete Plagas Postreras que anuncian el Apocalipsis son, entre otras, parte de la gracia, misterio, encanto, magia o fascinación que ejerce este número en nuestras vidas y otras, como los siete colores del arco iris, las siete notas musicales y los siete mares, tal vez sean meras coincidencias o parte de los misterios de la humanidad. Y si nos ponemos a hurgar es probable que encontremos más hechos donde el siete está igualmente presente: Los siete magníficos, “Siete leguas”, el caballo que Villa más estimaba, o las Siete Chingadas, un dicho popular mexicano, la estrella de siete puntas del taro, el cancerbero de siete cabezas, “las siete hermanas”, empresas petroleras norteamericanas, los siete sacramentos de la iglesia, los siete principios del Kibalión...
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